MI PARAÍSO...

MI PARAÍSO...
Es ese lugar para soñar...al atardecer, viendo las puesta de sol en las largas y cálidas tardes de verano, a la sombra de la parra, degustando lo que cada uno quiera. Relajados sobre una mullida manta extendida sobre la yerba. En las cómodas tumbonas y hamaca, a la luz de las velas, con buena música, o escuchando el silencio, o los sonidos de la naturaleza. DISFRUTANDO.

domingo, 27 de noviembre de 2016

CUBA






   En enero de 2001 (tras haber rechazado repetidamente varias oportunidades de viajar a Cuba, por motivos obvios  que al final se pueden entender fácilmente)  llegué a La Habana, un atardecer.  Las primeras imágenes negativas las percibí en el corto trayecto entre el aeropuerto y el hotel, al comprobar lo inimaginable: no había alumbrado público, y los coches circulaban siempre con las luces largas. La siguiente, en la recepción de un cinco estrellas en pleno Malecón, con un mostrador tan largo como la cola de turistas que llegábamos, pues solo había un bolígrafo. El hotel pertenecía a una cadena internacional, la cual debía dejar al gobierno cubano el 50%de sus beneficios.        Desconozco el salario de los empleados cubanos en el mismo, pero pronto entendí porqué las toallas aparecían cada día artísticamente dobladas de una forma diferente: la persona que hacía ese trabajo, esperaba conseguir con ello alguna propina en dólares, lo que le permitiría poder comprar cosas básicas en las tiendas que existían para los turistas, y a las que no podían acceder con pesos cubanos; la otra opción de supervivencia era ir una vez al mes con la cartilla de racionamiento que el gobierno cubano les daba, a comprar lo básico: azúcar, aceite, papas (patatas),  y poco más, que, cuando llegaba su turno tras la cola de horas y horas, esos productos podían haberse terminado; eso significaba que hasta el mes siguiente carecerían de dichos alimentos.
   En el primer desayuno en el hotel, una sorpresa más: un conocido alcalde asturiano que, periódicamente viajaba a la isla para gestionar viajes de retorno temporal a Asturias, nos invita a comer en el Centro Asturiano. En esa comida (no había más mesas ocupadas que la nuestra) estaba una señora de Grado  emigrada a Cuba, y su nieta. A la hora de elegir el menú, la señora pidió PAPAS, ante lo cual su nieta le sugirió: ¡¡¡pero abuela, pida un filete, que no podrá volver a comerlo en mucho tiempo!!! La respuesta de la abuela fue: no hija, llevo tanto tiempo comiendo papas, que ya no sé comer otra cosa. Su expresión resignada, y su triste mirada, al igual que la de todas las personas mayores que pude conocer, las cuales conocieron la Cuba rica, siguen vivas en mi memoria, hoy, 15 años después.
   Saber que el sueldo mensual de los camareros que trabajaban en El Floridita o en La Bodeguita del Medio, era igual al importe que los turistas pagábamos por 4 mojitos, te producía múltiples y  contradictorias sensaciones al beber el mojito.
   Saber que los cubanos que vivían en el campo y tenían animales para autoconsumo, como cerdos, debían entregar la mitad del animal al gobierno…
Pasear por todo El Malecón y no ver gaviotas, ni perros, y, comer en los Paladares, dudando qué estabas comiendo...
Ver como mujeres y hombres, en las terrazas más concurridas y sin el más mínimo pudor, ofrecen sus cuerpos y contactos sexuales , a cambio de dinero...
   Viajar en taxi por la isla y ver la expresión atónita del taxista al saber que desde España podíamos movernos por Europa con el DNI, o por todo el mundo con el pasaporte, cuando ellos eran prisioneros en su propio país, y si alguno conseguía poder salir, lo hacía sin nada, o escondiendo 10 pesos entre el zapato y la suela que previamente había descosido…
Buscar la casa en la que había vivido la familia, y encontrarla vacía y totalmente desvencijada…










   Vivir 2 años encarcelado, porque si,  como José Fernando Feito Taladrid, (al que por cierto debemos un gran reconocimiento los somedanos) haciendo una sola comida al día, lo que él describía en cartas enviadas a Somiedo, como un favor, pues lo hacían por su salud (de lo contrario las cartas no hubieran salido) Él, que como mis tíos Aquilino y Servando que nunca habían salido del pueblo, ni de Somiedo, y tantos y tantos emigrantes que llegaron a Cuba tras un largo y tal vez penoso viaje en barco, que trabajaron y salieron adelante, regresando alguno con aquellas maletas llenas de ilusiones que habían llevado, ahora cargadas de cosas para los suyos, y que tras volver a Cuba y la llegada del castrismo, no hemos vuelto a saber de ellos…Tantas familias rotas, tantos seres queridos a los que no se pudo volver a ver, tantos sueños truncados…En una isla rica como Cuba, uno de los lugares del mundo en los que la naturaleza ha sido más generosa, y que  un desgobierno impuesto durante más de  medio siglo, permite que las personas sobrevivan pasando hambre.




   Ahora algunos  llorarán y lamentarán la marcha del responsable de  atropellos tan imperdonables, como la pérdida de libertad de todo un país, al margen de todo lo anterior, vivido durante una sola semana de estancia en Cuba. Otros, lamentarán que esa pérdida no se haya producido hace décadas.