MI PARAÍSO...

MI PARAÍSO...
Es ese lugar para soñar...al atardecer, viendo las puesta de sol en las largas y cálidas tardes de verano, a la sombra de la parra, degustando lo que cada uno quiera. Relajados sobre una mullida manta extendida sobre la yerba. En las cómodas tumbonas y hamaca, a la luz de las velas, con buena música, o escuchando el silencio, o los sonidos de la naturaleza. DISFRUTANDO.

viernes, 16 de enero de 2015

JOSÉ FERNANDO FEITO TALADRID y Caunedo. Parte II

   Habían pasado muchos años (varias décadas) desde que aquel día "gris o soleado", pudo verlo de ambas maneras al abandonar su casa, él, José Fernando Feito Taladrid, había emigrado a Cuba junto a su familia. 
   Su padre seguramente no podría olvidar el terrible (ádene) alud de nieve que en 1.888, bajó desde El Mocoso, llevándose varias casas del pueblo y vidas humanas por delante. El camino que desciende de Fuexo, pasa al lado  de la casa. Tal vez la suya fuese una de ellas, pues en aquella época, la mayoría de las casas eran teitos; tenían el techo de escoba, no de teja como la vemos en la foto. ¡¡ La angustia que tuvo que vivir Agustín Feito, marchando solo a La Habana en 1.900 y dejando aquí a su esposa y sus cuatro hijos pequeños !!...José Fernando tenía 3 años.

Casa natal de Don José, como sus conocidos le llaman.


Montañas que él veía al salir de su casa cada día. Tras ellas, vivo yo.

   Cuando un emigrante se iba por primera vez hace más de cien años, la pequeña maleta de madera, iba  principalmente cargada de sueños.., otros muchos, se quedaban en espera..

Primeras maletas que salían de Somiedo, ligeras de equipaje y cargadas de ilusiones.



   Todo ese tiempo, y su nueva vida, no impidieron que Don José se alejase totalmente de sus raíces.


   Cuando regresaba, su equipaje había cambiado. Traía otros sueños, y con ellos, muchas maletas llenas de regalos para todos..


  • Revistas, libros, películas y la máquina de cine, juegos, y, discos y tocadiscos, para el CLUB que él creó, y en el que los jóvenes del pueblo se divertían felices, colmados de obsequios y novedades.
  • Piezas de tela, para que las jóvenes hiciesen vestidos nuevos para lucir en la fiesta.
  • Calzado y ropa para los niños.
  • Suplementos alimenticios
  • Seguramente, grandes puros habanos...  
  • ..Y, sobre todo, SU ALEGRÍA Y FELICIDAD. El hecho de que sus padres nunca regresaran, tal vez haya influído en la forma de volcarse con su pueblo.


En el regreso, el equipaje y su contenido habían cambiado. Al lado de las maletas, bellos sombreros de palma cubanos.


   En su primer viaje de regreso (realizado con su esposa e hijos (se alojaban en Casa Serafín, en La Riera)), debió embargarle la felicidad al encontrar a los seres queridos que aquí había dejado, pues ese mismo verano comenzó su gran obra, la escuela de Caunedo. Se ve que la idea  viajaba con él, ya totalmente clara y madurada.


   Estaba convencido de que su obra permanecería. La escuela estaría siempre en Caunedo, decía. Sus objetivos eran formar a todas las personas y llenar el pueblo de belleza, para lo que jamás dudó en aportar el dinero que fuese necesario.

   En la obra del entonces grandioso edificio (lo sigue siendo) trabajaron muchas personas del pueblo; lo que significaba, más para los suyos. Durante ese periodo, él volvía cada verano. Ahora sin su familia, durante esas estancias vivía en Caunedo, en casa de su amigo y administrador de la obra, Manuel Feito Rodríguez "el Carmelo". Quiso la fortuna que Manuel guardase los planos de las obras y algunos documentos más, que hoy pueden verse en el museo.

   El día de la inauguración, en 1.953, acudieron personas de todo Somiedo. Muchos de ellos caminando, como mi madre. Ella recuerda perfectamente ese día, y detalles como la Misa de campo, o la sala con 6 máquinas de coser Alfa, para las mujeres. 


   José Fernando Feito Taladrid, había pensado en todos: niños, jóvenes, mujeres y hombres,y, todos estaban allí celebrando con él tan importante día.




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Hoy, quienes le recuerdan, siguen sintiendo  un inmenso agradecimiento hacia Don José.

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