MI PARAÍSO...

MI PARAÍSO...
Es ese lugar para soñar...al atardecer, viendo las puesta de sol en las largas y cálidas tardes de verano, a la sombra de la parra, degustando lo que cada uno quiera. Relajados sobre una mullida manta extendida sobre la yerba. En las cómodas tumbonas y hamaca, a la luz de las velas, con buena música, o escuchando el silencio, o los sonidos de la naturaleza. DISFRUTANDO.

lunes, 18 de febrero de 2008

¿ Dónde están las vacas ?


Bulita, ¿ dónde están las vacas ?.

¡ Achí pa cuchá!.

¡Qué mal habla! pensaba yo, desde mis pequeños 6 años, y con mi acento madrileño.

Y ahora, qué bien suenan en mis oídos algunas de esas palabras, que no oía desde niña.

Lo importante, era que las vacas venían ¡ aviadas !, solo faltaba muñir...

Modelos rurales desfilando y posando.



¡ Qué bien posan algunas...!

sábado, 16 de febrero de 2008

OJOS VERDES

A través de mis ojos verdes,
quiero seguir viendo
un mundo..., también verde.

El verde es vida y esperanza.

lunes, 4 de febrero de 2008

JARDIN RURAL







MI JARDIN RURAL, ESE LUGAR PARA

CONTEMPLAR CADA DIA EL DESPERTAR DE

LA NATURALEZA,






Mitad prao, mitad güerta, mitad jardín..., con multitud de árboles y plantas, así es el espacio que rodea la casa.

El despliegue de tonalidades verdosas en Primavera y,ocres y rojizos en Otoño es tal, que no hay pincel capaz de crear tanta belleza, ni paleta ni lienzo que puedan captar este cromatismo.

Este viejo roble ya centenario, vio crecer a los cerezos garrafal, lérida y monzón; a los manzanos verdedoncella, mingán y reineta blanca del canadá ; a los perales clairgean y agua blanca de Aranjuez y, al guindal, que plantó mi abuelo entre los años 1950 y 1957 con un coste de árboles y portes de 1.280 pesetas.
Los pájaros se encargaron de repartir las semillas y ahora, son varios los hijos y nietos del roble, el guindal y el cerezo, los que lo acompañan, además de fresnos, fayas, avellanos, nogales, endrinos, espino albar, sabugo y salgueiro a los cuales nosotros añadimos el ciruelo, acebos, tejos, tilos, mostellares, serbales, madroños, abedul, encinas, castaños, un olivo, un alcornoque y el laurel. Falta la figal, y tal vez alguno más.

A un lado del roble, está el güerto en el que crecen berzas, lechugas, acelgas, guindillas, ajos, arbejos, espinacas, coliflores, coles, tomates, pimientos, puerros, zanahorias, apio, calabacín y lombardas, para hacer deliciosas menestras, potes, sopa de berzas, crema de maíz y calabacín, repollo frito con morcilla…



Al otro lado del roble está la tierra, de mayor tamaño; en ella crecen cebollas, alcachofas, patatas, fabas, fréjoles, calabazas, maíz, repollos, pericuelos, garbanzos y lino; pronto habrá centeno, trigo y escanda, manteniendo así el uso tradicional del territorio y las costumbres, y practicando la rotación de cultivos, sin abonos químicos y siguiendo el saber popular:
·Tantos días que pasen de Enero, tantos ajos le faltan al ajero.
·Sembrar las primeras patatas por S. José, a riegos y en el menguante.
·Cuchar, arar, -el arao de vertedera hace muchos años que descansa, ahora contempla su mundo oxidado bajo la sombra del cerezo, cerca del viejo carro que recorrió su mismo camino- volver la tierra, semar, sallar, arromper, arriandar…, son meses de trabajo y mimo hasta que:

·Por Sta. Marina, cuelga el picón de la viga.

Empieza el tiempo de recogida, de llenar la panera de riestras, las arcas de grano y la despensa de frutas; mermeladas, vitaminas, minerales y sabores. Después iremos a algún mercadillo a vender parte de esa producción artesanal.




Poder comer meruéndanos y fresas desde Mayo hasta Octubre, sabrosísimos al crecer a ésta altitud, moras, frambuesas, grosellas y arándanos, o hartarse de cerezas cada mañana y luego dejarlas caer para que vengan la raposa cada atardecer a pesar de los ladridos de “papón”, y el oso.



















Las setas de S. Jorge salen solas año tras año, qué delicia.










Con tanta comida, lógicamente aumenta el número de pájaros; son tantos que hasta nos entran por las chimeneas.

Más pegados a la casa crecen: el evónimo, la camelia, los rosales, las lilas, las hortensias, el boj, el pino limonero, el sanjuanín y el jazmín, además de las glicinias, la pasionaria y la falsa vid, que trepan por los muros de piedra, o la parra que por encima de los viejos pegollos de roble hace sombra al comedor de verano.
Multitud y variedad de flores asoman cada día en las ventanas, balcones y corredores. Dando aroma a nuestro paso crecen alisos y claveles, además de romero, lavanda, perpetua, melisa, orégano, hierba luisa, manzanilla y tila. Siempre cerca para hacer infusiones o licores.
Y creciendo libremente: Llantén, gordolobo, diente de león, cola de caballo, hipérico, cirigüeña, flor de sabugo, genciana…que junto a las barbas de maíz, la miel, la manteca y el unto, formaban la botica somedana y muchos de sus remedios; el último, la vela a S. Antonio.





El total del terreno cultivado no llegará a los mil metros cuadrados. Zona de juegos, al lado de lo que cultivaba mi abuelo; según consta en la declaración hecha al ayuntamiento en 1.941, sembraban 35 áreas a trigo y escanda, otras 35 a patatas y 20 más a maíz, además de los güertos que dedicaban a los cocinaos y la hortaliza, recogiendo 12 fanegas de trigo, 4 de ellas para sembrar, 8 de maíz, dejando 30 kg. para siembra y, 1.300 kg. de patatas de los cuales dejaban también 500. Estos productos eran la base de la alimentación y junto a las legumbres, los huevos, alguna gallina de vez en cuando, la leche, los quesos , la carne de la matanza que tenía que durar todo el año, alguna oveja, y frutos secos y fruta fresca, hacían una economía autosuficiente. Sólo necesitaban comprar café, azúcar y aceite cuando los había.

Como había que administrar tanto, el pan solía estar en un cajón cerrado con llave que sólo se abría a la hora de comer; cuando las hijas, nenas aún, tenían que subir a Momián al amanecer y en ayunas, el recurso, era pasar antes por el gallinero y desayunar uno o dos huevos. Claro que no había salmonelosis ni colesterol ni todas esas cosas raras que tenemos ahora. Las siete hermanas, mozas casi a la vez estaban muy delgadas, y aunque eran altas y buenas mozas, siempre había otras más rellenas y por lo tanto, más guapas.
¡Ay abuelo! si por un agujero usted pudiera ver el mundo actual, que susto se llevaría.